Podríamos decir que tiene una altitud entre 280 y 659 metros y se encuentra situado en un punto equidistante entre Pirineos y la cordillera Ibérica. Desde ella se pueden vislumbrar a lo lejos ambas cadenas montañosas. Con lo cual tenemos aseguradas buenas vistas panorámicas, sin menoscabar los primeros planos, esos que te adentran en esta tierra de arcillas, yesos y areniscas erosionadas por el viento. Sus formas singulares y caprichosas en barrancos , cerros solitarios llamados “cabezos” y mesetas de estructura tabular, y zonas como el Rincón del Bú, Castildetierra, La Ralla y el Rallón, Piskerra, Las Caídas de la Negra, Las Cortinas o el Barranco Grande, son un buen motivo para adentrarse en su territorio y explorarlo de cerca, paso a paso. Es un territorio muy apreciado para paseos a pie, en bici, a caballo o en 4 x 4 ; siendo especialmente apreciada entre fotógrafos, cineastas, biólogos o simplemente entre amantes de la Naturaleza.
Podríamos hablar de su historia como zona de caza de la realeza navarra en tiempos lejanos y del castillo de Doña Blanca ubicado en el término del Vedado de Egúaras; o del cabezo de Sanchicorrota como escondite de bandidos en los tiempos en los que acuciaba el hambre. Incluso podríamos hablar de los 22 pueblos congozantes que rodean éste extenso y agreste territorio, quienes cultivan y pastan por él. Usufructuarios de ésta tierra desde que fue roturada y abierta para su explotación agrícola y ganadera, también militar por su estratégica ubicación.
Pero con todo ello, tan solo nos quedaremos en la superficie de éste paraje sin igual. Porque “La Bardena” como la denominan los lugareños, es siempre algo más. Es un lugar con alma y corazón propios que impregna a quienes viven a su vera. Lo notareis al oír hablar de ella a las gentes de la zona. Hablan de ella como de un Ser vivo con nombre propio, como de un familiar conocido “La Bardena” Puede resultar extraño pero poco a poco se logra comprender.
No puede ser de otro modo para aquellos que la ven cambiando de piel con cada estación: sucediéndose las primaveras ventosas con sus campos de cereal meciéndose rogando una lluvia más para que haya cosecha éste año; los veranos asoladores amarillos y ocres donde las mañanas tempranas y las noches son el mejor momento para caminar por ella; los otoños con todo el espectro de luces en ese magnífico cielo que tiñe la tierra de contrastes y permite apreciar su amplia gama de colores terrosos, o los inviernos secos en general, y duros si es el cierzo quien los acompaña. Aquí, uno crece viéndola transformarse.
No puede ser de otro modo para quienes forma parte de su historia familiar de generación en generación, y la han padecido, cuidado y disfrutado. Para quienes la conocen de cerca y saben de sus rincones, de sus secretos y detalles. Como Ser familiar que es, La Bardena se abre a quien la quiera conocer y Arguedas es su mejor puerta para visitarla y descubrirla.